ENFOQUE

Mi principio básico es que no hay persona igual, no hay problema idéntico. Por tanto intento fomentar el cambio como algo natural, propio de la forma de hacer las cosas de cada uno.

Para ello, profesional y cliente estamos en una postura de igualdad: tú eres un experto en ti mismo, yo, soy experto en el cambio. Colaboramos y ambos somos agentes activos en el proceso transformador. Utilizo el todo de la persona para fomentar ese cambio. No sólo tu mente sino también tus emociones y su estar relacional con los demás y contigo mismo. Para ello, la flexibilidad en la intervención es mi punto de partida

Así como el fontanero que desatasca una cañería taponada por sustancias que no deberían estar ahí. Psicólogo y cliente diseñan la fórmula que facilite la disolución de aquellos aspectos que bloquean nuestra vida para propiciar los cambios deseados y recuperar la sensación de que la vida fluye sin coágulos ni calcificaciones.  Pero a diferencia de la fontanería no tenemos un manual estandar para todas las personas, con todas las soluciones por escrito. No hay recetas exactas, sino que en cada caso particular elaboramos conjuntamente la construcción de un método que el cliente va descubriendo. Lo pone a prueba y reajusta con la ayuda de la experiencia y conocimientos del psicólogo.

En ningún caso tratamos de poner del revés a la persona según unos parámetros impuestos por el exterior. Sino de propiciar el cambio según su manera adecuada de relacionarse con el mundo y consigo mismo. En base a sus propias singularidades como persona. No podemos ni queremos transformar la materia prima de cada cual en una materia prima diferente de la que nos constituye. Porque el problema no es la materia que nos fundamenta, el problema es que queremos hacer con ella. El trabajo individual va dirigido a DESCUBRIR cuál es nuestra materia prima, DECIDIR qué queremos hacer con ella, desde el respeto a nosotros mismos y nuestra historia. Y a GESTIONARLA para que el encuentro con nuestra vida y con nuestro yo nos haga sentirnos bien y enfocar nuestro devenir sin arrepentimientos.

También nos parece un punto fundamental la exploración del uso de lenguaje que hacemos tanto cuando dialogamos con nosotros mismos como cuando lo hacemos con nuestro entorno. Las palabras son objetos con los que construimos nuestra realidad, pero tienen la particularidad de que no son materiales. Y esto dificulta nuestra observación del uso que hacemos de ellas para interpretar nuestras experiencias y emociones. Debido a esto último creemos que es útil la compañía de un psicólogo que nos ayude a localizar las trampas lingüísticas en que caemos. Nos fijaremos en las palabras que elegimos y en la sintaxis con que las agrupamos y les damos significado.  y que pueden haberse desajustado con respecto a nuestra experiencia, nuestros valores y al funcionamiento del mundo. Ejemplos de estos desajustes son las interpretaciones catastrofistas, las sobregeneralizaciones, o el etiquetar en exceso, entre otras muchas distorsiones cognitivas.

De este modo tendremos más recursos para esquivar las zancadillas que estas distorsiones nos han venido poniendo, y siguen haciéndolo. Y encontrar una más satisfactoria asimilación e integración de las nuevas experiencias con el fin de reducir la influencia de esas emociones y pensamientos que, como los puntos de gatillos en la espalda, se habían enquistado y gobernaban a sus anchas sobre nosotros y no al revés.

Una vez reconocidos los pensamientos y emociones, se entrena a las personas para que aprendan a vivirlos como menos poderosos de lo que hasta ahora han sido, a distanciarse de ellos. Tomar distancia es un medio para conseguir la flexibilidad psicológica. Es decir, que la persona frente a las mismas situaciones sea capaz de decidir cómo actúa, teniendo presente su reacción orgánica y también sus valores.  Para distanciarnos de nuestros estados emocionales se potencia entrar en contacto con el yo observador. De esta manera se crea el espacio suficiente para que la persona se plantee soluciones, a medio y largo plazo, diferentes y más constructivas que las que haríamos de manera automática. Nos distanciaremos de pensamientos, emociones y conducta, para desde ese espacio intermedio poder decidir qué hago ahora. Y una vez cambiadas las tornas recuperar el equilibrio que había sido rehén de aquellos pensamientos y emociones.

Sergio Doctor Peral – Doctoralia.es