los pensamientos y emociones no son el problema en sí mismo. La cuestión es el poder que les hemos dado para dirigir nuestra vida, y el esfuerzo que hacemos para no pensar o sentir algunos de ellos.
La mayor parte de las crisis tienen todas en común que la persona está bloqueada y atrapada por sus propias construcciones de la realidad. Como dijo Goethe “ las cosas son mucho más simples de lo que se puede pensar, pero mucho más complejas de lo que se puede comprender”.
Estar abierto a las leyes naturales, en lugar de atender aquellas reglas verbales que nos paralizan por su rigidez. Todo tiene su momento, que además, no se puede precipitar. Identificar el esfuerzo casi constante, e inútil, en el que estamos implicados casi todos los humanos, por intentar acelerar el tiempo.
Recuperar todo el esfuerzo que estamos dirigiendo a controlar nuestra mente y nuestro cuerpo, y reconducirlo a intentar crear una manera de afrontar diferente.
Los problemas de las personas no están en su cabeza, sino en cómo se relacionan con el mundo.
Los hábitos y creencias congelados y rígidos son con frecuencia una fuente de insatisfacciones. Hay que reactualizarlas de continuo y encauzarlas.
La toma de conciencia es el cimiento del cambio, sin practicarla, sin ponerla a prueba se pierde en el fluir del tiempo
El cuerpo es el termómetro y el mensajero que utilizan las emociones para informarnos de nuestro estado interior
Utilizar el lenguaje emocional con precisión. No es lo mismo decir “Yo estoy ansioso” que “Siento ansiedad”, en la primera oración hay una mayor identificación con la ansiedad como si fuera inseparable de nuestra persona, en la segunda se la nombra como un estado y por tanto como algo temporal no irreversible.
Evitar sistemáticamente todas aquellas experiencias que resultan incómodas o desagradables genera paradójicamente más incomodidad o dolor a largo plazo, reduciendo el umbral de la frustración y limitando las actividades que estamos dispuestos a realizar.
“ Si quieres enderezar algo primero intenta retorcer lo aún más”, Lao Tse