Mascarillas contra la gente tóxica

Veamos algunas de sus características:

Rebosan egocentrismo y narcisismo. No les importan los sentimientos de los demás, o no son capaces de interpretarlos porque son muy poco empáticos. Los demás son sólo medios para alcanzar sus objetivos, sean estos de apego, materiales e incluso profesionales.

Bordan el papel de víctimas para aprovecharse de la empatía de los demás. Se hacen los mártires y no hacen gran cosa por cambiar su situación. Las conversaciones con ellos rara vez se apartarán de las zancadillas que los demás le ponen, como les amargan la vida, que nadie les comprende, y cómo el cosmos se divierte haciéndoles rabiar. Detritus verbaesl que sólo conseguirán que nuestra dosis de buen humor que nos quedase se evapore después de tratar con este tipo de personas.

– Acaparadores de modo asfixiante. Quieren tu tiempo y presencia en exclusiva. Son profundamente dependientes y, si se les deja, terminan secuestrando tus decisiones y tu autonomía.

Aspiran a sustituir a otras personas cercanas. Ese modo intenso de acaparar la atención aumenta progresivamente cuanto más dura la relación, y siempre con vistas a monopolizar y manipular tus afectos.

– Minimiza cualquier éxito ajeno. La envidia es otra de las señales. Al no tener empatía, minimizan y minusvaloran los éxitos de los demás, incluidos a aquellos a quienes trata de acaparar, a nosotros sus presos.

En los momentos de confrontación el tóxico será capaz de lograr que pensemos que el error es nuestro y no suyo, minando así nuestro autoestima.

Para poner fin a estas agotadoras relaciones la única opción es cortar los vínculos que nos unen a ellos. Pero, ¿cómo hacerlo?

Como hemos visto las personas tóxicas buscan llamar la atención y establecer vínculos con los que poder manipularnos. La clave está en llevarlos al hastío: si no les permitimos ser los protagonistas, se aburrirán y nos dejarán tranquilos. Es decir, no seguir alimentando la relación. Tenemos que ser capaces de poner límites y de confiar en cómo nos sentimos por mucho que trate de confundirnos.

Es posible que al verse apartado pueda tener la necesidad de volcar sobre los demás su frustración, y para ello nos seguirá atacando ya que puede conocer nuestro punto de vulnerabilidad. Por eso, conviene no reaccionar con ira para no ponernos a su altura, ni dar demasiadas explicaciones, ni desgastarse pensando en él constantemente. Y una vez que hemos logrado esa distancia pueden asaltarnos momentos de debilidad por pena, hay que mantenerse firme. Esa relación sólo puede perjudicarnos.

Eso sí, si no conseguimos hacerlo solos, el siguiente paso será buscar ayuda profesional, un psicólogo puede servirnos de guía y apoyo en coyunturas difíciles y para identificar casos de abuso que no reconocemos pero que nos causan malestar.

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